1. Declaración de principios El Estado central mexicano ha fracasado en su promesa de justicia, equidad y desarrollo. Se ha convertido en un centro de corrupción, clientelismo y manipulación. No confiamos en él. Tampoco confiamos en caudillos, partidos ni estructuras jerárquicas que pretenden salvarnos desde arriba. En una sociedad profundamente deshonesta, la única salida viable es la descentralización radical del poder y la revalorización del individuo como sujeto soberano.

2. Diagnóstico del problema mexicano La cultura del caudillismo, la romantización de la pobreza y la dependencia hacia el Estado han atrofiado la libertad individual. El colectivismo obligatorio promovido desde el poder ha servido para neutralizar la responsabilidad, la acción directa y la dignidad del ciudadano. El pueblo mexicano ha sido infantilizado por discursos paternalistas y estructuras verticales. Esta situación no puede ser reformada desde dentro. Debe ser desmantelada.

3. La desconfianza activa como base de la organización No confiamos en nadie, y esa es nuestra fortaleza. Asumimos que el poder corrompe, que toda concentración lleva al abuso, y que sólo mediante una distribución extrema del poder puede haber justicia y autonomía. La desconfianza no es nihilismo: es la base de una vigilancia mutua y horizontal, una comunidad de individuos conscientes que no se someten, pero cooperan.

4. La descentralización como horizonte El poder debe estar disperso, fragmentado, atomizado. Municipios libres, comunidades autónomas, regiones autogestionadas. Que cada unidad territorial sea capaz de decidir, controlar, fiscalizar y organizarse sin obediencia ciega a un centro. El federalismo no es suficiente. Se requiere una descentralización profunda que permita a cada comunidad romper con el control burocrático nacional.

5. El individuo como célula básica de la libertad Cada persona es un centro de decisión moral y política. La libertad no se delega ni se negocia. El Estado debe existir —si es que existe— sólo como un árbitro limitado, sometido constantemente al escrutinio de los ciudadanos. La autodeterminación, la propiedad privada, la libre asociación y la defensa local deben ser principios no negociables.

6. Cultura nueva: el desconfiarismo productivo Proponemos una nueva cultura: el "desconfiarismo productivo". No esperamos líderes salvadores. No obedecemos por tradición. No idolatramos al Estado. Desconfiamos, vigilamos, controlamos, pero también construimos. Esta es una cultura de responsabilidad individual, autosuficiencia comunitaria y colaboración libre. No hay Estado paternal, sino redes autónomas de ciudadanos maduros.

7. Hacia una sociedad descentralizada y libre No buscamos utopías. Queremos condiciones reales para vivir con dignidad. Eso implica menos gobierno, más autonomía. Menos subsidios, más productividad. Menos idolatría política, más pensamiento crítico. Esta es nuestra revolución: no armada, no partidista, sino estructural y cultural. Una revolución de conciencia. Una que empieza hoy.




Firmado: Ciudadanos libres, individuos conscientes, comunidades autónomas.